1 Novela


Sinópsis:

El alambicado equilibrio de la ciudad de Barcinona se ve trastocado, ante la perturbadora acción suicida de un misterioso vagabundo. Su histrionismo e irreverencia lleva a que el conflicto con las autoridades se encone, cerrándose el cerco sobre él de modo asfixiante. Considerando su libertad como irrenunciable, el vagabundo, en otro tiempo un virtuoso concertista, se reafirma en su decisión de una salida digna y definitiva, que tal vez le redima frente a la posteridad. Es la pugna entre el libre albedrío del individuo, y los límites y convenciones de la sociedad. Es también una reflexión acerca del origen de los mitos, siendo en ocasiones reconocidos como tales, paradójicamente, los transgresores de dichos límites.

(Nota: Incluye los links interactivos a las canciones que el protagonista va interpretando a lo largo de la trama. Ver pestaña «Fonoteca»)

Muestra de lectura (del 1er Capítulo):

Recortada sobre el cielo rojizo del atardecer, una silueta oscura de largo gabán y sombrero de ala ancha permanecía inmóvil, como ausente.
—¡Ah, vaya! ¿Ahora sí que prestáis atención?, ¿eh? ¡Ahora sí…! —exclamaba el personaje con voz ronca—. ¿Y cómo es eso? ¿Porque grito y me paseo por el filo del abismo? ¿¿Por eso?? ¿Acaso eso me convierte en digno de interés…?
Con una mano empuñaba una botella, con la otra se sujetaba el sombrero y gesticulaba. Abajo, en la calle, los peatones se paraban a mirar hacia lo alto. En las ventanas se iban asomando más y más cabezas.
—… ¡Ah! ¿Qué oigo? ¿Qué entiendo? ¿Que no sea ingenuo? ¿Que ni ahora me haga ilusiones? ¿Que no me atendéis por ser yo ni por lo que digo? ¿Que tan solo estáis expectantes por si me tiro, o por si doy un paso en falso…? ¡Ah, ya veo, ya comprendo! ¡Carnaza es lo que necesitáis! Cualquier cosa que os dijera valdría, ¡daría igual…! ¡Ah, Mejía! ¡Igual fue ese tu fallo! ¡No venir antes al borde del precipicio…!

—… pensé en despedirme de este mundo contemplando un bello panorama. ¡Tal vez una bella vista me retendría y me haría dudar! Y subí todo lo cerca del cielo que pude, donde está el Paraíso, según aseguran algunos… —decía recostado sobre el exterior del pretil, paseando su mirada por las chimeneas, los tendederos y el bosque de antenas con su entramado de cables—. Bonita perspectiva, ¡sí, señor! ¡Maravillosa! Así, os lo advierto: ¡cuidado con esas miradas esperanzadas hacia las alturas…! ¡Cuidado no sea que os estéis llevando a engaño! —volviendo a beber—. Una virtud tiene, sin embargo, esta atalaya. ¡Veros cual minúsculos insectos! ¡El quedar fuera del alcance de vuestra enojosa picadura!

El vagabundo apuró el último trago de la botella y miró hacia la muchedumbre, con la vista medio nublada. Ya no alcanzaba a pensar con orden ni a saber si algo se le escapaba. En cualquier caso, lo principal estaba dicho, o iba a ser dicho ahora, y no tanto con palabras sino con hechos. Las palabras, por sí mismas, eran efímeras, y redundaban en el acto.
—Está bien, ya es tiempo… —murmuró para sí.
Entonces abrió los brazos y, poco a poco, en un movimiento cuasi espiritual, los fue cruzando sobre su pecho, reconcentrándose sobre sí mismo. En ese instante se levantó una ráfaga de viento que le arrancó el sombrero de la cabeza e hizo ondear sus largos cabellos y los faldones de su gabán. Por un momento pareció como que vacilaba, pero al fin, sonriendo de una manera extraña, dio un paso adelante, al vacío.

Y allí permanecía, con los ojos entornados y sosteniéndose la cabeza con ambas manos. Por su cerebro pasaba todo un carrusel de sonidos distorsionados e imágenes borrosas, mezcla de lo que sucedía a su alrededor y de lo que acababa de vivir. Carrusel que le revelaba que todavía estaba allí, que su vida no había concluido. Algo se había interpuesto finalmente en su tránsito hacia un Más Allá, o hacia la Nada.

Ir a Ptos de Venta

Blog de WordPress.com.

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar